jueves, 30 de abril de 2015

"Todos nuestros anhelos son de un diseño perfecto", por Mauricio Ráiz



Había llegado el día y Mari no había alcanzado a juntar el dinero. La universidad nunca tenía consideraciones especiales con gente como ella, si la transacción no era realizada se quedaría sin los conocimientos que tanto le había costado obtener. Volvió a leer en la pantalla de su tableta el aviso redactado con una letra escarlata sobre fondo negro: BASE DE DATOS 334 A PUNTO DE CADUCAR, dos días para actualización/actualizar ahora/medio de pago...Se quedó unos instantes pensativa, con la vista perdida en alguna de las sombras de su habitación y luego, en mitad de un suspiro, desconectó el delgado cable de atrás de su oreja. La pantalla se apagó y quedó a oscuras.
***
Rara vez se encontraba con alguien en un lugar público, pero un conocido de un amigo de la web le había recomendado que lo hiciera así, para no crear sospechas. El punto de reunión era el muelle Baron, o lo que quedaba de él tras tantos años de recrearlo con malls, plazas artificiales y pasarelas para el entretenimiento de familias aburridas. Lo esperó sentada en una banca, vestida como para una cita amorosa. Un hombre tocaba un extraño instrumento de viento a unos metros y un autómata lo acompañaba con algo de percusión. Llevaba media hora esperando cuando decidió levantarse e irse, pero alguien la detuvo por el brazo.

—¿Mari? —dijo la suave voz.
Ella se dio vuelta. Era una mujer de más o menos su edad, pequeña y de rostro agraciado aunque con un aspecto bastante desgarbado.
—¿Juan? —preguntó Mari extrañada.
La otra asintió.
—Ningún Juan podría destacar por sobre el resto. Bueno, quizás sí uno que sea mujer. —Entrelazó los dedos de su mano con los de Mari y comenzó a caminar—. Es mejor que actúes natural. Descuida, me gustan los hombres, a veces.

Juan la llevó a su departamento que no quedaba muy lejos. Era pequeño y desordenado, parecía como si los cables hubiesen crecido como enredaderas, devorando los muebles e incluso el suelo en algunas partes. Al centro del living había una especie de camilla con computadoras alrededor. Le pidió a Mari que se recostara en ella.

—Conecta esto en el puerto de tu Neurodisc. No pongas esa cara, es mentira que los hackers metemos virus cerebrales. Tampoco te borraré la memoria por si crees eso, lo que haré será modificar algunas cositas en el almacenamiento, así tendrás una especie de garantía ilimitada con cualquier dato que se te ocurra inyectarte en el futuro. Aunque seguro ya te debe haber hecho un adelanto tu amigo ¿Francisco se llama, no? —Mari se mostró sorprendida—. Sí, sé muy bien a través de quién me has contactado.

Mari tardo en responder:
—Me lo ha explicado más o menos, recién está aprendiendo.
—Sí, y con uno de los mejores. Ahora quédate quieta y trata de pensar en algo lindo.
—Espera —dijo Mari algo nerviosa—. ¿Y si me descubren?
—¿Quién? ¿El gobierno?¿La policía? —Adoptó un gesto irónico—. Están concentrados vendiendo lo que queda de país y créeme, nunca han tenido ni tendrán la capacidad de detectar nuestra maravillosa magia. Trabajé con ellos en una universidad, metiendo datos en la gente a cambio de su dinero, conozco todos sus truquitos.

Mari recibió el cable que le entregó Juan y lo conectó detrás de su oreja.

—Ahora, cierra los ojos —le pidió, dándole un beso en la mejilla—, cuando despiertes serás algo nuevo, algo superior.

El universo se desprendió instantáneamente de su retina mientras el cansancio se propagaba por su cuerpo con agresividad. Luego vino la niebla.
***
—No es la primera que se deja llevar por la desesperación y cae en los brazos de estos tipos. —El doctor miraba la ficha médica mientras su compañero examinaba que las máquinas estuvieran conectadas a la joven. La respiración, los latidos, el alimento, todo era imprescindible.
—¿Y qué pasa con el que le hizo esto? No debe quedar libre... mírala a la pobre. Parece que era muy bonita.
—No es nuestra responsabilidad, Lima. Somos biomecánicos, no policías. Sólo tenemos que hacer que parezca humana nuevamente y cobrar a sus padres por ello.

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