domingo, 26 de abril de 2015

Trasplante, por Daniel L. Ruíz.








… ¿Qué pasó?... Mi cabeza… ¿qué fue lo que pasó?...No siento los brazos. ¿¡Por qué no siento los brazos!?

—¿Los sentías antes? —no sé de quién era la voz… pero su pregunta me despertó.

Claro, antes tampoco los sentía. No desde que los perdí.

—Uh… —creo que intenté decir algo.

—Anda, puedes hablar.

—Uh…

—Deberías poder hacerlo mejor que antes.

—Mis…

—Ya he reemplazado todas las piezas necesarias para que lo hagas.

¿Qué acaba de decir?

—Pie… ¿piezas?

—Sí, piezas. No te preocupes, las he revisado y probado.

¿De qué me habla este hombre? Antes no sentía los brazos… ni las piernas, pero podía moverme. Sé que podía moverme… ¿Por qué ahora no puedo moverme?

—Por… por qué… ¿por qué no puedo moverme?

—Fuiste trasplantado.

—¿De nuevo? —se rió de mi pregunta.

—Podría decirse. No de la misma forma.

Escuché sus pasos… pero no puedo verlo. Sé que se fue… ¿dónde estoy?

—Dónde…

No siento la boca, ni la cara. Nada. ¿Qué pasa?

—¿Quieres dejar de preguntarte tantas cosas? Das dolor de cabeza —¿quién me habló? No es el mismo hombre de antes—. Sí, no soy el mismo, ¿puedes dejar de pensar tanto? Intento dormir.

—¿Sabes donde estoy?

—No, ninguno de nosotros lo sabe. Déjanos dormir.

—¿Hay más?

—Sí, somos varios, pero no sabemos dónde estamos, ni quién es el que nos habla, ni por qué no podemos movernos, ni por qué no sentimos nada, lo siento. Ahora, ¿puedes quedarte en silencio? Intentamos dormir.

—…

Dormir parece una buena idea.

—Bueno, todo está listo —era el hombre de antes. El que dijo que fui trasplantado.

—¿Qué está listo?

—Todo. Ya no necesitaré más de ninguno de ustedes.

—¿¡Qué!? —dijimos muchos al unísono, el que me callaba incluso.

—Escucharon bien. Las piezas para que lo hagan están ahí, probadas y bien instaladas —tantas voces hablan que no escucho la mía. Ni siquiera sé si también estoy hablando—. ¡Silencio!

—...

—Mucho mejor. Ya que tienen tantas dudas… les explicaré. El tiempo me sobra, y es lo menos que puedo hacer por ustedes. Recuerdan sus piezas de repuesto, estoy seguro. Brazos, piernas, ojos, todos tenían alguna. Pero no recuerdan quién se las dio, de eso también estoy seguro. Me esforcé para que no se fijaran en mí cuando se las entregué. Díganme, ¿alguno me recordó?

Se puede hablar de nuevo.

—No —Era la única respuesta, entre tantas cosas que se dijeron.

—Exacto. Pues debía probar esas piezas. Ustedes las necesitaban, yo las entregué. Ustedes las probaron, yo las tomé de vuelta.

—¿Qué pasó con nosotros? —comienza a haber silencio…

—Todos fueron trasplantados. De nuevo, pero no de la misma forma. Sus cuerpos… ya no soportaron más. Tuve la amabilidad de conservar el resto.

—¿Conservar?

—Sí. Conservar. Ahora están… guardados, por así decirlo, en un nuevo experimento. No se preocupen, según resultaron las piezas que les di, este nuevo invento resultará perfecto.

—¿Dónde estamos?

—En una pieza de tecnología muy avanzada. Podría explicarles más, pero no entenderían. Digamos que es un disco duro. Con… otras cosas. ¿Han intentado moverse?

—Sí.

—Y no han podido. Bueno, pronto podrán. Pero, bueno, tendrá un precio.

—¿Precio?

—Cuando llegue el momento, ya no importará.

Creo que ya no importa…

—Creo que tienes razón —dijo el que antes me callaba—, ya no importa.

—Que bien que piensen así —dijo el hombre de los experimentos—. Será lo mejor cuando deba borrar los archivos del disco, si entienden a  qué me refiero.



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