Ayer, casi al caer la noche, había terminado
de ordenar unas cosas y estaba como siempre en la cama, mirando el techo,
oyendo como el mundo allá afuera transcurría sin mí. Acá, en mi lado, llovía rabiosamente
hasta que la tierra comenzó a temblar con violencia. El ruido de la lluvia
sobre los techos fue interrumpido por un quejido hondo y ahogado que emergía
desde las profundidades para estremecer la tierra.
En casa, varios vasos y botellas aprovecharon
el momento para suicidarse, saltando al vacío desde sus estantes donde la
sobriedad las condenaba al olvido. Sobre el frío piso quedaron esparcidos los
trozos de vidrio que antes dieron forma a las botellas. Se cortó la luz. Mal. No
podría encargarme de limpiar el desastre. Pensé en ir a dormir, cuando de
noche, aún a oscuras, una llamada me advierte sobre la posibilidad de salir. No
tengo ánimo para andar de fiesta, pero nunca le puedo decir que no a Víctor. Sus
llamadas tienen una carga imperativa que me atan moralmente a un Sí; un No, un
Tal vez, lo insultan. Y no quiero insultar a Víctor. Él siempre sabe cuando
coger el teléfono y llamar, siempre sabe cuando necesito respirar un poco y
liberar tensiones. Gracias a él tengo una vida social y puedo… salir,
despejarme, dejar este precario espacio que siempre me parece extraño y conocer
gente… oírlas, hablarles, adentrarme en el descubrimiento de su mundo interior.
Víctor sabe cuando la presión se empieza a
acumular en mi cabeza y me cuesta socializar, ser optimista, o simplemente
mirar al planeta con benignidad. Él lo sabe todo de mí y lejos de angustiarme, en días como estos, cuando el
teléfono actúa como salvavidas, lo agradezco, agradezco contar con alguien como
él que entienda lo que pase en mi cabeza. Los amigos son pocos por estos días. Así
que acepto. La lluvia ha amainado.
Al salir, no nos quedamos en el primer Pub y nos vamos en busca de un lugar más ruidoso, bailable. A
Víctor le gusta frecuentar estos lugares y conocer gente. De vez en cuando me
presenta con alguien. No hablo mucho, pero la noche me sirve como pretexto para
camuflar algunas debilidades existenciales.
Así que aquí hay música electrónica, gente linda moviéndose al compás de las luces y las hormonas, todo un espectáculo deshumanizante y excelso.
-Hoy es uno de esos
días, ¿cierto? – pregunta Víctor acercándose.
No respondo, lo miro
distraído.
- Calma. Ven. ¿Ves a
ese tipo de camisa blanca? Se acercará a hablarte, solo espera y… no dejes que
se vaya.
–P… pero Víctor- reclamo mientras se pierde
entre la gente.
Pasa un rato. No
mucho. Tal como había dicho Víctor, el tipo se acerca.
- Hola, estoy
haciendo una encuesta en el local.
- ¿qué
encuesta? - pregunto.
- Mira, según tú, ¿cuál es el mejor poeta de Chile?
- Mira, según tú, ¿cuál es el mejor poeta de Chile?
El sujeto parece
distorsionado. Drogado o Ebrio. Quizás ambas.
-No tienes que
cuestionar la integridad de la encuesta, solo decidir.
- ¿Qué? ¿De qué
hablas?
-Mira, te daré
opciones: a) Pablo de Rokha, b) Jorge Teillier c) Nicanor Parra...
Su actitud me descoloca. Lo miro con desconfianza. ¿De dónde salió este tipo? ¿Qué hace acá? ¿Qué fumó? ¿Me está agarrando palwuebeo? ¿Porque me pregunta a mí? Víctor siempre me deriva a los tipos extraños, pero, ¿Qué bicho le había picado a este? ¿Me habló solo porque lo predijo Víctor? Bah, Víctor no querría que lo pensara tanto, así que, disfruto de la insensatez del momento. Intuyo que sea cual sea mi respuesta, esto será una pelea a muerte y claro, él es un encuestador literario medio ebrio en un local de mala muerte en Valpo y yo, reprobé todas las asignaturas de literatura en mis vidas pasadas. Mal por mí. Estoy en desventaja...
Después
de un rato su arrogancia me molesta. Su intelectualidad pretenciosa me apesta.
Se lo digo. Ríe. Ríe como un enajenado, como si bromeara con él, como si no
entendiera que me irrita y que solo le hablo por encargo de Víctor. Me caíste
bien, dice de repente, Se nota que sabes. ¿Saber yo? Me empieza a doler la
cabeza. La tensión avanza por mi cuerpo y comienza a dominar mis músculos. ¡No quiero
hablar con este sujeto!, grito en silencio. De pronto en mi teléfono, un mensaje de Víctor, como para
comprobar que todo va bien.
“Sé amable, él es un
tipo inteligente y muy importante, ya sabes, conocer su mundo interior puede
que te ayude a liberar un poco de tensión.”
Me convence, entonces
hablamos; según él, había conocido a Teillier y asistía a visitar regularmente
a Don Nica, y Parra lo recibía. Víctor sabía
que, en las circunstancias adecuadas, florecía en mí una vocación de fanfarrón
innovadora, y que esta vez me llevó a descubrir casi de inmediato su antigua
militancia en la Jota y un pasado complejo en el que no quise profundizar.
El tipo se sabe
inteligente. Lo profesa abiertamente. Juega al interesante. Pero
me sofoca. No quiero que Víctor lo note pero lo eludo, lo esquivo entre la gente,
desaparezco de la barra. Vaya donde vaya me encuentra, me persigue, me asecha.
Como si dejara un rastro tras de mí que lo guía y lo acerca, como si se tratara
de un juego. Eso debe pensar, que todo esto es un juego y que él lo domina. Este
tipo es un cacho. Otra alma en pena errática por Valparaíso ¡Qué novedad!
Y
habla. Y habla. Y habla. Y habla de todo lo mucho que sabe, de todo lo mucho
que ha leído, de los muchos lugares a los que ha ido. No opino, asiento con la
cabeza. Empieza a agotar mi paciencia. He sido cortés. Condescendiente. Pero
no, no hay caso. ¡No se va! ¡No me deja en paz¡ Tímidamente sigo los pasos que me aconsejó Víctor- como
estrategia para conocer gente- me voy rindiendo ante su máquina discursiva.
Y así, pasa la noche
hablando. Literatura e Historia. Prefiere a O'Higgins por sobre los Carrera.
Manuel Rodríguez y blablablá. ¿Era o no era gay Marcó del Pont? La Concertación le dio a Skármeta el Premio Nacional y no a Lemebel. Vasos al
aire y ¡salud! Salud en seis idiomas distintos. No sin antes enseñarme su
correcta pronunciación, la posición de los labios, la modulación precisa. De pronto, Valpo me mostraba su dizque lado bohemio a través de un pobre
desgraciado solitario, que entre música electrónica, ropa cara y gente hipersexuada,
buscaba un poco de comprensión.
Se mueve. Me hablaba
de cerca. Sentía su halito alcohólico aproximándose a mi oído. Su ego desplegado
en la banalidad de la noche. Su boca como un caudal ancho y desbordante de
mierda que me inundaba, me sumergía en el hedor de su alma putrefacta,
pudriéndose desde dentro y aflorando en forma de enormes y grotescas palabras
que no paraban de salir y aflorar; una tras otra, tras otra, tras otra. ¿Quería
besarme? ¿Quería que toda esa válvula pujante de escoria estuviera ahora en mi
boca? ¿Quería colonizarme? ¿Invadirme? ¿Reformarme? La sola idea me repugna y
me da nauseas. Lo intenta, una y otra vez. Una finta tras otra, lo dejo
estancado, chapoteando en su basta mierda. Su
monólogo siguió hasta que nos despedimos. Al salir, Víctor me cuenta que el
tipo fue un empresario muy exitoso en Valparaíso, pero que un incendio y la
mala fortuna lo dejaron en la ruina, lo condenaron a vagar por el puerto con el
peso amargo en su memoria, de un pasado mejor. Hoy, cuando puede, viaja por el
mundo o visita los locales del puerto en busca de aventuras, o de excusas, para
sacar a relucir sin elegancia los últimos pesos que le quedan.
-Víctor, no vuelvas a
dejarme con gente tan loca –Le digo.
-Tranquilo. ¿Pudiste
conocer más de su mundo interior?
Miro al piso como
disculpándome
-Bueno, ya sabes que
tienes que hacer. ¿Lo sabes?
-Lo sé. Espero que el
tipo se aleje de la multitud y me acerco…
-¡Oye!... Quiero
conocer más de tu mundo interior. ¿Vienes a mi casa?
El tipo sonríe.
Víctor sonríe, y observa cómo nos alejamos.
En casa todavía no ha llegado la luz. Apenas llegamos comienzo a caminar a tientas evitando chocar contra los muebles. Él se acerca y me presiona contra la pared, pero esta vez yo tomo la iniciativa. Él ha entrado en mis dominios y con dedos y uñas, con mi boca, mi lengua y mis dientes, voy desgarrando su carne y su piel; arranco sus orejas, mientras gime y grita, escucho un quejido hondo y ahogado que emerge desde las profundidades de su ser para estremecer la tierra. Pero nadie lo escucha, como en toda esta noche que nadie quiso oírlo. Nadie quiere oír sus alaridos de pavor, nadie quiere ver el espanto en su cara, ni asistir a su alarde intelectual. Nadie puede salvarlo mientras mis pulgares se hunden en sus ojos o mientras abro su estómago con prisa. Nadie puede salvarlo mientras avanza la noche y grito -¡¡¡muéstrame tu mundo interior!!! ¡¡¡Muéstrame!!!- Mientras hurgo decepcionado entre sus vísceras y siento como esa mierda que fluía por su boca, llena el piso con su viscosidad, e inunda toda la casa con su peste; una peste horrible y abundante que se impregna en mi piel y las paredes. Caigo rendido por la histeria, ahora sé que conozco al tipo. No había nada más allá de lo que hablaba. Eso fue, palabras y peste, tal como lo temí, solo había mierda en su interior y ahora está por todas partes.
Despierto, no sé cuánto tiempo ha pasado. Víctor
está aquí, y cubre su nariz con un pañuelo. Examina minuciosamente el lugar, me
examina a mí; mi ropa empapada con el mundo del tipo, como si fuera una gran
fuerza oscura que devora mundos, planetas y los reubica a voluntad.
-Hasta que conociste
el mundo interior del tipo, ¿eh? Bueno, tranquilo, los muchachos se encargaran
de limpiar todo este desorden. Por suerte a este, aún le quedaba algo de plata.
Qué lástima por él, perderla así…En fin, arréglate, ya sabes que te ha dicho el
doctor sobre esto, tienes que salir de este agujero, descubrir el mundo,
conocer más personas, conocer su mundo interior. Y yo quiero que conozcas muchas
más personas, muchas más. ¿Entiendes?
Yo asiento. Qué bueno es tener amigos como
Víctor, que me motiven a descubrir el mundo, a explorar las maravillas que se
esconden en el interior de cada persona…
Me gustó el cuento ... Entendí bien lo mato??😧
ResponderEliminar¡Gracias por el comentario! Lo hizo ... descubrió su mundo interior ;)
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