Francisco Manríquez Astorga
La extensión de diversos relatos acerca de seres no
muertos que recurren a múltiples técnicas de extracción de energía de los vivos
, puede rastrearse hasta los más primitivos intentos por explicar el destino de
quienes mueren fuera del alcance de los discursos oficialistas o metafísicos de la comunidad.
Así , el fenómeno de las historias de vampiros se
encuentra presente desde el lejano oriente hasta los mitos en tribus
sudamericanas o la polinesia ; sin embargo , a pesar de la diversidad de estas
, no resulta sencillo agruparlas a todas bajo una imaginería tan extendida en
la literatura contemporánea. En este sentido, el género de horror le debe gran
parte de su legitima inserción al canon occidental a pesar de que , con el tiempo, ambas
vertientes han tomado caminos divergentes.
El lugar del otro en el
ataúd postmoderno
Mientras el horror por sí mismo es un género
literario más , las historias de seres no humanos , terrestres u otros , han
caído en una suerte de vórtice postmoderno desde el cual , muy a pesar de existir
grandes exponentes clásicos y contemporáneos, no parecen remontar con la misma
dignidad que antes tuvieron.
Gran parte de los estudios culturales realizados
durante fines del siglo pasado y comienzos del reciente han intentado dilucidar en parte el porqué de este
fenómeno, por cuanto se considera síntoma de una reapropiación reaccionaria ,
altamente paranoica, de los siempre acechantes pero inaprehensibles peligros
externos a discursos oficialistas de raigambre neoconservadora. Que duda cabe
entonces acerca de la nefasta influencia de las adaptaciones multimediales de
estas historias , que han convertido ,
muchas veces con patéticos resultados, una legítima corriente de la literatura
de horror, en un recurso para
incrementar la extrañeza de este tipo de narraciones.
Y es que son bien sabidos los peligros de la
multiculturalidad sin filtro y la caída abrupta de los grandes relatos ya que
,sin mediar una legítima adaptación de estas inquietudes , en la mayoría de los
casos, se ejecuta una apropiación
superficial de sustratos culturales arragaidos a cosmovisiones
totalmente disímiles con el receptor de estas.
De tal forma , una vez se presenta la ruptura que
supone el sujeto disímil , en este caso el vampiro, el sistema de coordenadas
que antes no lo admitía se adapta y lo
introduce por algún intersticio. En este sentido , y siguiendo las nociones
freudianas al respecto, el sujeto extraño pasa a convertirse en un objeto de
deseo; su principal mecanismo de
autoafirmación -su extrañeza- es fácilmente dominada por mecanismos discursivos
que lo coartan .
El vampiro es un ser primitivo y contradictorio,
inserto en un contexto que le es hostil, rodeado de confianza
positivista/progresista durante gran parte del siglo pasado, convirtiéndose en metáfora predilecta- junto a otros
personajes de los relatos góticos - para
justificar mecanismos discursivos transversales a diferentes constructos sociales donde el extraño , lo extranjero , la otredad
misma puede ser alterada y volverse engañosa ,relegando a
un segundo plano la producción intelectual de larga data al respecto. En este
sentido , se construye lo otro con partes del Otro mayor , aquel que , a través
de las mutaciones que ha tenido desde la antiguaedad hasta nuestros dias ,
siempre mantiene un sustrato peligroso o subversivo.
Vampiros modernos: La
irrupción formal de la novela gótica.
Sin olvidar la aparición de seres no vivos en relatos de la antiguedad , el afán por delimitar y hacer accesibles
los códigos simbólicos de estos se actualizan con los relatos surgidos a
finales del siglo XVIII y comienzos del XI
en los cuales , insertos en
nuevas formas y subgéneros literarios como los poemas románticos o las
novelas de viaje, se resemantiza un campo de la tradición folclórica que
enriquece el devenir de este tipo de relatos , en cuanto los
referentes , si bien resultan parte del discurso no oficial de la época, no son
del todo ajenos a tradiciones o leyendas anteriores , muchas de ellas surgidas
alrededor de personajes reales de la historia europea (de allí el paradigmático
caso de Vlad Draculea o la condesa Elizabeth Bathory); igualmente responden a preceptos estéticos
del romanticismo vigente y engrosan ,
todavía más, el canon de obras de terror
al incorporar los relatos de seres no humanos con conciencia similar o igual a
la humana.
Esta nueva faceta es el primer indicio de una
apropiación discursiva que, si bien
resulta legítima y engendra una producción de calidad, no impide que la misma popularidad que gozan los relatos de
horror gótico le volviera un lugar común dentro de la publicación de
folletines, relegando doblemente a los seres no humanos , quienes se
transforman en arquetipos efectistas la mayoría de las veces. De allí la
desconfianza para con el carácter sugestivo y sexual de los relatos vampíricos
, por cuanto encubrían mediante caracterizaciones todas aquellas dimensiones de las mujeres
protagonistas o víctimas (las escenas de lesbianismo implícitas en Carmilla
resultaron escandalosas para la época)relacionadas con un deseo sexual no
sublimado o , en el caso del arquetipo de la bella angelica, inexistente ; a la
vez que presentaban atmósferas y recursos estilísticos rapidamente cuestionados
por los incipientes realistas y naturalistas de mitad de siglo, basando sus críticas
en la creciente influencia positivista del método por estos aplicado.
Vampiros Postmodernos:
Producción en serie de quienes no se reflejan en los espejos.
Así es como
con la irrupción del psicoanalisis ,el modernismo y las vanguardias
durante el fin de siglo y comienzos del
siglo XX, la figura del vampiro y otros seres no humanos estuvieron
exclusivamente dedicados a la cultura de masas , considerados literatura de
segunda categoría dentro de un género siempre
relegado, el terror; aunque consiguen brillar nuevamente bajo los reflectores de la
incipiente industria cinematográfica con la aparición del Nosferatu de Murnau
en 1922. En consecuencia , retorna la
figura sinuosa de un no vivo a los imaginarios colectivos , pero recalcando aún
más las características "monstruosas"
de sus protagonistas ,o sea ,
volviéndolos derechamente pastiches en melodramas maniqueístas pocas
veces profundizados o puestos en valor. Deviene entonces la utilización
simbólica de las características bestiales o demoníacas para exagerar
reacciones cada vez más dependientes de la impresión que de inquietudes metafísicas , a las cuales se
habían dedicado los románticos , aunque sin duda los horrores del siglo XX terminaron por excluir al monstruo no humano
indefinido de los miedos occidentales, al superar la realidad por mucho a la
ficción.
En este contexto, la otredad del vampiro resultó ser
particularmente permeable a causa de que
es un ser de características ilusorias -como las de un reflejo inexistente en
el espejo- y su reproducción se
acrecentó y diversificó hasta la parodia y la sátira , géneros en donde brilló
hasta la aparición de un nuevo período de producción en la literatura del
género de terror que retoma , ahora desde la ya incipiente postmodernidad, su
reivindicación como un otro legítimo , aunque no excento de influencias que lo
alejan radicalmente de los mitos folclóricos , el ser ambiguo y misterioso de
los románticos , e incluso los espectros burdos creados por el cine.
La aparición de la saga vampírica de Anne Rice inicia
la reaparición de los no vivos como seres que aúnan todas las características
de personajes contemporáneos, y que será tan repetida luego en todos los
ámbitos de la producción cultural post Guerra Fría, llegando, en literatura,
hasta la inusitada aparición de la saga adolescente Crepúsculo. Se desprende
entonces que los efectos globalizadores resaltaran la caracterización vampírica
ya no desde la trinchera del horror únicamente, sino que bajo las premisas de
creciente confianza en el desarrollo tecnológico que resaltan la misma
discursividad de salud y bienestar de un sistema político -económico pronto a
comenzar su decadencia social: el neoliberalismo.
Al respecto, y para concluir esta perspectiva, las
representaciones postmodernas referentes a los no vivos exacerban la condición
imperecedera de estos seres, por cuanto
se condicen con los preceptos
contemporáneos de sanitización de los rituales mortuorios y reniegan de la muerte entendida como aniquilación total. Al respecto, resulta bastante ilustrativo generalizar el
carácter de condenados que presentan en
muchas obras literarias contemporáneas, debido a que, paradójicamente
contrarios al paradigma postmoderno, la inmortalidad es concebida como castigo
o manifestación melancólica, pero legada solamente al ámbito de la ficción en
personajes que no viven una infinitud, sino que una imposibilidad. Finalmente,
el vampiro se reafirma a sí mismo cuando duda de sí mismo.
Referencias
Alfonso,Patricio.
"Drácula frente al espejo: apuntes sobre el vampirismo". Arcano Cuarto. 2010.
Chaves, José .
"Vampirismo y sexualidad en el siglo XIX". Anuario de Letras Modernas
. Vol. 9. Universidad Nacional Autónoma de México.1998-1999.
Lyotard, Jean
Francois. "La condición postmoderna". Editorial Cátedra. 2006.
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Francisco Manríquez Astorga
Estudiante de Pedagogía en Castellano
Colaborador de la Revista Nueva Fenix
Me encantó el nivel de tu explicación. ¡Excelente trabajo!
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